Ni idea de quién es este tío, ¿cierto?
Y qué tal si digo que fue él quien dijo estas frases:
A girl phoned me the other day and said «Come on over, there’s nobody home.» I went over. Nobody was home.
(Una chica me llamó el otro día y me dijo “vente a mi casa, no hay nadie”. Fui. No había nadie”)
During sex, my girlfriend always wants to talk to me. Just the other night she called me from a hotel.
(Durante el sexo mi novia siempre quiere hablar conmigo. Precisamente la otra noche me llamó desde un hotel)
I remember the time I was kidnapped and they sent a piece of my finger to my father. He said he wanted more proof.
(Recuerdo una vez que me secuestraron y le mandaron un pedazo de mi dedo a mi padre. Él dijo que quería más pruebas)
Rodney Dangerfield nació en 1922 en Nueva York y murió en 2004 en California. Fue escritor, productor, actor y comediante.
Y seguro que estas frases las has leído cientos de veces en la red, o te las han mandando por email.
Leyendo estas frases tan ingeniosas te preguntas qué se necesita para ser un buen comediante o humorista… ¿Hay que nacer con un gen especial para la risa? O saber reírse de sí mismo. O decir las verdades.
En todos los grupitos de amigos está el que intenta hacerse el gracioso, el que no tiene gracia y el gracioso de verdad.
Analicemos estos 3 casos:
EL QUE INTENTA HACERSE EL GRACIOSO (y el pobre da pena)
Es el típico que se mete las pajitas en la nariz para asustar a las chicas (luego se las come), el que te tira el vaso de cubata en los pantalones y luego, cada vez que te ve te pasa un brazo por los hombros dice “jo, macho, te acuerdas de aquel día que te tiré el cubata en los pantalones, fue la polla”. Vamos, que sus patochadas sólo le hacen gracia a él.
EL QUE NO TIENE GRACIA (éste por lo menos lo sabe, pero lo intenta, da pena igualmente)
Este sujeto es el que todavía se acuerda de algún chiste de Barragán de “No te rías que es peor” y un día, se mira al espejo, y dice: Hoy lo cuento. Por mis huevos. Y una noche, tomándonos unos copazos, dice:
- Shhh… sabéis ese que dice que era una rubia (silencio sepulcral, todo el mundo lo mira)… ejem… que… ehm… estaba en clase de sexualidad y … y… (la voy a cagar seguro) y dice el profesor. ¿Cuántas posturas conocéis?
(Aquí todo el mundo pendiente de la resolución del chiste)
- Y dice la rubia…»yo sé una”…
Ah, no, espera que me he equivocao… (cagada)
Joder, macho, a ver si te aclaras…
- Y dice la rubia… “yo sé ….” .
Mira tío, déjalo.
No, esperad, esperad…
La ley que todo el mundo conoce y no está escrita es: “Si por un casual se te ocurre contar un chiste HAZLO BIEN, sino, estarás marcado para toda la vida”.
EL GRACIOSO (el de verdad)
Para ser gracioso, además de tener memoria para contar chistes, no como tú, pasmao, (sí, me refiero al de más arriba), hay que tener gracia, salero, que dicen los andaluces. Bueno, claro… que ahí está el ejemplo del gran Eugenio. A este elemento le han dicho miles de veces que se presente al Club de la Comedia, y programas similares. Generalmente no suele ligar mucho porque “su gente” lo reclama constantemente para que haga alguna “actuación”.
El gracioso tiene por regla general un par de temas fijos con los que hacer reír a la peña, que son: él mismo y el sexo, por supuesto. Veámoslo con las frases del fantástico Rodney Dangerfield.
I was such an ugly baby… My mother never breast fed me. She told me that she only liked me as a friend.
(Yo era un niño tan feo… Mi madre nunca me dio el pecho. Me dijo que sólo me quería como amigo)
If I wasn’t born a boy, I’d have nothing to play with.
(Si no hubiera nacido niño, no tendría nada con lo que jugar)
When I was born the doctor came out to the waiting room and said to my father: I’m very sorry. We did everything we could, but he pulled through.
(Cuando nací el médico fue a la sala de espera y le dijo mi padre: Lo siento, hicimos lo que pudimos, pero salió)
El ser humano, si bien tiene el potencial para caminar hacia la perfección, es imperfecto por naturaleza. Todos nos hemos llevado la botella a la boca con el tapón puesto, o nos hemos tropezado estrepitosamente en la calle, o hemos cometido alguna imprudencia magistral. Claro, a algunos nos pasa más a menudo, pero la conclusión es que todos somos víctimas de nuestra imperfecta naturaleza.
¿Por qué reírse entonces? Porque esos pequeños momentos, llenos de vergüenza y horror, nos recuerdan que somos humanos. Y eso, hay que celebrarlo.