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Los ciclistas en Madrid

La bicicleta se está imponiendo en las calles de Madrid. Eso está bien. Menos contaminación, menos tráfico, menos ruido… 

¿Pero está Madrid preparada para las bicicletas? Cualquiera que haya pasado un par de días en la ciudad se habrá dado cuenta que la respuesta es un no rotundo.

Madrid será famosa por muchas cosas, pero las tres que más impactan son el ruido, la suciedad y sus precios. El tráfico se lleva la palma.

El concepto de bicicleta está bien, no me quejo de eso, pero ¿alguien se ha parado a regular la circulación de las bicicletas por la ciudad? Por la acera no pueden ir pero en la calzada no respetan las obligaciones como vehículo. Si quieren los derechos de circular por la calzada como vehículo deberán respetar pasos de cebra, semáforos, ceda el paso y stops. Hace menos de una semana un ciclista pasó a un metro de mis narices mientras cruzaba un paso de peatones. Ilusa de mí que pensé que iría a parar.
Cuando soy peatón no quiero ciclistas en mi acera y cuando soy vehículo tampoco los quiero en mi calzada. Quiero una regulación y un espacio para ellos. Para que no se atropelle a peatones ni ningún coche o moto se lleve a un ciclista.

Y aún sabiendo el riesgo que conlleva que un ciclista circule por Madrid, se los ve sin casco, con auriculares en los oídos, sin la iluminación e indumentaria adecuada. Circular por Madrid en bicicleta es un suicidio en toda regla y un peligro para los peatones también. No para los vehículos, claro; porque en caso de choque, ya sabemos quién sale perdiendo.

Yo, como conductora de ciclomotor, debo llevar casco y seguro. Mi ciclomotor no está considerado vehículo a motor(ver primeras cuatro líneas). Pero debo contratar y pagar un seguro por si hago daño a alguien. ¿Cuántos ciclistas pagarán un seguro? Porque cuando se trata de rascarse el bolsillo…

Lo que odio de los bares

  • Las servilletas, que como tengas las manos un poco grasientas, por ejemplo, de haberte comido una gamba, se desintegran nada más tocar superficie humana.
  • Los que echan serrín para tapar la mierda en vez de pasar una fregona/escoba.
  • Los que tienen los palillos a la intemperie, ahí, a pelo y al alcance de toda roña volante o dedo aburrido. Que eso luego va a la boca, por favor…
  • Los bares donde no te ponen tapas decentes (los cacahuetes rancios se los metes por el culo a la orangutana de tu parienta, cabrón).
  • Los bares sin jabón en el lavabo, papel para manos o corriente en el secamanos, papel higiénico ni parte inferior de la taza del váter. Si así está el váter, cómo estará la cocina. En esta línea entran los que ni tienen pestillo y tienes que sujetar la puerta mientras miccionas. Por no hablar de los que tienes que pedir la llave. Una llave minúscula atada a un trozo de madera que pone: “señoras”.
  • Camareros que te llaman jefe/jefa.
  • Las sillas que chirrían. No cuesta nada levantarla, en serio.
  • Camareros que comistrajean mientras sirven mesas o lo que es peor, llevan un palillo entre los labios.
  • Encontrarme ceniceros sucios, con huesos de aceituna, chicles, colillas…
  • Sentarte a la barra en un taburete, tocar sin querer por debajo de la barra y sorpresa, ya tienes más aperitivos debajo de la barra que en el plato de la tapa.
  • Los que tienen un jamón colgado del techo. Así es como deben curarse bien, con el humillo del tabaco.
  • Los que tienen letreritos del tipo: “Aquí no se fía” o “los enemigos del hombre son tres: suegra, cuñada y mujer”.
  • Los que tienen flores de plástico para decorar. Sí, como las que llevan a los cementerios. Por no hablar de la decoración tipo calendario del Interviú o el espumillón alrededor de la tele de plasma en navidad.
  • Los que nada más servirte te traen la cuenta.
  • Los que tienen en el menú cosas que no sirven. También los que tienen el menú corregido con tachones y tippex.
  • Las vitrinas de aperitivos con manjares apetitosos, tipo croquetas, tortilla… pero a ti te siguen trayendo los cacahuetes rancios. ¿Serán de plástico las croquetas y por eso no las sirven?
  • Que nada más sentarte aparezca el camarero con una bayeta mohosa limpiándote la mesa y te diga: ¿Qué va a ser… jefe?
  • Que pidas CocaCola y no te digan que no tienen, y que te sirvan Pepsi.
  • Los que tienen temática taurina, tipo cabezas de toros disecadas.
  • Que tengan la música o la tele a toda hostia y no sepas si has entrado en “Bar Manolo” o en la discoteca “Kapital”.
  • Vasos rayados, platos desportillados, mesas o sillas pegajosas, cuadros con un dedo de polvo. Cuanta menos decoración tenga, mejor: menos mierda se acumula.
  • Camareros guarros, sudados o apestando a sobaca. No se piden sex symbols, pero sí mínimo de higiene.https://i0.wp.com/farm4.static.flickr.com/3558/3562355418_758c393ec7.jpg

¿Cómo sabes si estás viendo una película española? 20 pistas que resolverán tus dudas

1.       Una película sin efectos especiales, ni grandes escenarios, ni un vestuario digno de mención.

2.       Una película que trata de aparentar realismo y rigor, pero lo único que consigue es sustituir al valium.

3.       Una película con escenas de batallas en plan muy cutre, con tomas desenfocadas, al relentí y sonido como en off, como si en lugar de estar en medio de una batalla estuvieras en un concierto de Las Grecas.

4.       Una película policíaca con armamento comprado en el chino de la esquina.

5.       Una película donde los actores en lugar de interpretar, sobreactúan.

6.       Una película tan dramática que hasta da risa.

7.       Una película en la que los actores hablan con tal falta de naturalidad que sería preferible que fueran doblados.

8.       Una película que toca un tema cañí como si tuviera mucho glamour, como si una tonadillera, un torero o una monja fueran personajes retro que en el fondo son el el-no-va-más.

9.       Una película con trasfondo histórico que se remonta a la guerra civil o, en el peor de los casos, a la guerra de Cuba.

10.   Una película sobre Don Quijote, el Lazarillo de Tormes o sobre el Siglo de Oro donde se creen que por hablar en castellano antiguo ya es la hostia.

11.   Una película de época encajada en un contexto histórico que además sirve de coartada para explicar la coyuntura social y política del momento.

12.   Una película de quinquis que roban un SIMCA 1000 y hacen atracos violentos, cosa que también sirve de excusa para explicar la problemática social del quinqui y de su barrio.

13.   Una película de cualquier tema inimaginable donde se enseñan las tetas o el vello púbico sin que venga a cuento.

14.   Una película donde la falta de figurantes o extras se sustituye enfocando de cerca al mismo grupo en todas las toma.

15.   Una película ambientada en entornos rurales semi-desérticos donde aparte de padecer una miseria endémica violan a una cabra.

16.   Una película con escenas en lugares muy sombríos o en la oscuridad más absoluta donde resulta imposible saber si están matando a alguien o si están echando un kiki.

17.   Una comedia donde se pretende imitar el american-way-of-life y se acaba imitando el colombian-way-of-trash.

18.   Una película con un guión delirante como, por ejemplo, las masturbaciones mentales de un perturbado en el terrao de su casa.

19.   Una película con trasfondo social sobre grupos de niños gamberros que ponen piedras en la vía del tren como síntoma de su rebeldía en ciernes.

20.   Una película de marujas, travestís y mujeres desquiciadas adornada con piel de leopardo a destajo que lejos de resultar graciosa puede acabar siendo grotesca.

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Curiosidades sobre el juego del escondite

Como todos sabemos el escondite es un juego donde los participantes deben esconderse en los alrededores detrás de objetos, coches, etc… y deben ser encontrados por un “buscador” o varios “buscadores”. Hay famosos jugadores del escondite como Osama bin Laden, Carmen Sandiego o también Wally.

Estas son las particularidades generales del escondite, pero ahora vamos con las diferencias y variaciones de este juego. Hay una variante llamada “el juego de la sardina”, donde una persona se esconde y el resto de los jugadores se esconde con él. La última persona que quede y que no haya sido capaz de encontrarlos a todos, es el que pierde.

Otra se llama “el asesino sangriento”, con las mismas reglas que los de la sardina, pero en este caso cuando la única persona que se esconde es encontrada, el que buscaba grita “asesino sangriento” (bloody murder en inglés) y todos los demás jugadores corren hacia el campo base. La última persona que llegue es el perdedor y es el siguiente en “ligarla”.

Otra variante se llama “Yaki 123”. Se establece un campo base o una “casa” que el que la liga tiene que guardar pero también buscar a los demás. Los que se esconden tienen que llegar a la casa, tanto si los ven como si no, y llegar corriendo antes que llegue el que la liga y gritar “Yaki 123”. Los que se escondieron y ganaron tienen que estar cerca de la casa hasta el final del juego, pero también pueden ayudar a
los otros distrayendo.

En España uno la liga y debe encontrar a los que se esconden, y basta con verlos y gritar su nombre, entonces el que se esconde debe salir y dejar de jugar y esperar hasta que finalice el juego. Los que se esconden deben alcanzar la “casa” que se establece previamente, y gritar “por mi”, quedando liberado. Si es el último que queda puede gritar “por mi, por mis compañeros y por mi el primero”. Salvando así a los demás jugadores y obligando al que la ligaba en este turno, a hacerlo de nuevo.

El rey del canon frito

Operación Triunfo es un reality show que, sin llegar a las cotas de excelencia intelectual de Gran Hermano, funciona correctamente como entretenimiento para chachas, solteronas y adolescentes con furia hormonal.

El año pasado estaba cambiando las ruedas al buga en un taller cercano a un famoso centro comercial y me sorprendió ver una riada de chicas jovencísimas, todas histéricas y con nombres de chico escritos en la frente, los brazos y la zona suprapectoral. Sucedía que dos o tres participantes de la última edición de OT iban a firmar autógrafos a las puertas del susodicho, y aunque el evento estaba programado para cuatro horas más tarde, la cola de treceañeras daba dos vueltas a la manzana. Muchas de ellas iban acompañadas de sus madres y novietes, que tampoco querían perderse el acontecimiento. Así mismo, de vez en cuando se veía un grupo de parguelitas con los nervios a flor de piel depilada camino de esa cita con sus ídolos.

Hasta ahí, nada que decir. Me parece razonable que las televisiones utilicen la mitomanía adolescente para ganar dinero, pero ¿era necesario meter en esto a Ramoncín?

José Ramón Martínez Márquez es un personaje proscrito entre la juventud que consume música, cine, libros e información a través de internet, y así se lo ha hecho saber en cada ocasión en que se ha atrevido a asomar
su jeta por cualquier festival al uso. El otrora rey del pollo frito, hoy convertido en una especie de vizconde del canon rebozado, es tal vez el personaje más despreciado entre los jóvenes internautas, así que no acabo de entender que la cadena que emite ese programa se haya atrevido a contar con semejante profesional para aliñar la sesión semanal del reality. Si es por la oratoria, hay periodistas musicales en paro bastante menos analfabetos; y si el motivo de su contratación es animar el debate con comentarios agresivos, ya tienen a Risto Mejode cumpliendo a diario su función de insultador pendenciero con rigor estajanovista.

Es cierto que ni las chenifers ni yoshuas, aproximadamente la tercera parte de la audiencia total, saben quién es Ramoncín, y además no les importa, pero existe el peligro de que algún día llegue a sus oídos que el sujeto firmó un manifiesto contra Operación Triunfo, y además probablemente desprecia la música excelsa de grupos como Camela por el hecho de que venden cien veces más discos que los amigos de Teddy, y encima sin trincar una sola subvención.

La presencia de Ramoncín en un producto con esa audiencia tan delimitada no se justifica, salvo que haga el correspondiente acto de contrición por sus excesos dialécticos de tiempos pasados. Risto Mejide, al que el vallecano no deja de hacer la pelota en sus comentarios («Como ha dicho muy bien Risto», «Risto dijo hace un momento», y así hasta el rubor), podría ser el encargado de representar sacerdotalmente la ceremonia del perdón, asperjando abundantemente whisky bendito sobre su melena; siempre que, repito, previamente Ramoncín abjure de su pasado y muestre un arrepentimiento sincero.

José Ramón Martínez Márquez, en efecto, firmó en 2002 un manifiesto (a un progre le das un manifiesto a la firma y lo celebra más que si le regalaras un pito o un trozo grande de tiza) donde se decía que OT era un karaoke para imitadores, se comparaba a los concursantes con un equipo de fútbol de barrio (en contraposición a la Champions League, que es donde presumiblemente juega él en términos musicales) y se acusaba a la televisión de pervertir los valores artísticos y acabar con la música de calidad (la suya, debe de ser, que ya no escucha nadie). Y de paso denunciaba a ciertos «artistas de prestigio» que se apuntaban a «dar credibilidad a una propuesta degradante por arañar, respectivamente, un dinero facilón y unos minutos de prime time». ¿Acaso no está él ahora precisamente colaborando con el espacio que tanto denigró? ¿Es que va allí sin cobrar un euro? ¿O es que no se considera a sí mismo un «artista de prestigio», y por tanto no entraen ese selecto club de traidores?

Sería interesante que Ramoncín aclarara estos términos, a poder ser ante Risto, en plan interrogatorio. Con que en la próxima entrega de Operación Triunfo sucediera algo así nos daríamos por satisfechos.

Autor: Pablo Molina
Extraído de Libertad Digital

La era digital

Desde que la era digital nos ha invadido, todo se ha ido volviendo más virtual, más etéreo, más “fantasma”…

¿Cuándo fue la última vez que fuisteis a casa de un amigo a ver fotos de sus vacaciones? ¿O el vídeo de su fin de semana en Cuenca?

Yo no lo recuerdo. Sí recuerdo cuando volvíamos de vacaciones, y al cabo de unas semanas te llamaban:
Oye, vente a tomar un café que te voy a enseñar el vídeo de cuando fuimos a Matalascañas.

 

O en el viaje de novios.

Que he estado en Punta Cana.

Ah, qué bien. ¿Tienes fotos?

Sí, en el ordenador.

Ah, pues muy bien.

 

¿Entendéis lo que os digo? Ver las fotos o el vídeo de la comunión de la prima Sheila es un coñazo. Me refiero a pasar el tiempo con los amigos. Ahí tus coleguillas súper emocionados: Mira, mira, ahí es cuando la tía Eusebia se tropieza y se le ven las bragas.
Y claro, como ahora todas las cámaras llevan pantallita, pues en cuanto se echa la foto, todo el mundo a correr a ver cómo ha salido:

 

No, no, repetimos que he salido con un ojo a lo Paris Hilton.

 

Antes era: foto y te jodes.
Si sales con un ojo a Valladolid y otro a Murcia, es lo que hay. Esas eran las auténticas fotos.

 

Desde aquí proclamo: Volvamos a las fotos de antes. A las cámaras de fotos Kodak desechables, a cortar cabezas y pinreles, vivan los ojos rojos, vivan las últimas fotos del carrete de 24 que usamos para sacar una foto al perro, vivan las fotos de carnet con cara de etarra, vivan los ojos a lo Paris Hilton.

 

 

El Código da Vinci

Bueno, pues ya está. Ya la vi. Y sinceramente, como a mi las críticas cinematográficas me la refanfinflan, pues no voy a escribir la mía. Para unos es una obra maestra, para otros es una ñorda, a otros ni fu ni fa. No me gusta que me recomienden películas ni música.
Igualmente, yo no lo hago. Porque no hay situación más comprometida que te dejen un disco o una peli, y luego te pregunten:

Bueno… ¿Qué? ¿Te ha gustado? ¡¡A qué es genial!!

Una de dos, o de verdad es genial; o una caca. Y claro, ahí te ves tú, sin querer ofender a tu amigo…

Pues… sí… la verdad…Me ha… ehem… gustado mucho.

Ah, pues espera que mañana te traigo el álbum del 96, ¡ya verás qué subidón!

Y es cuando te tiras de los pelos y le preguntas:

¿Quieres que te preste el vídeo de la comunión de mi prima Sheila? ¡Te va a encantar! Sobre todo cuando la niña se pone llorar porque no le han traído la Play Station.

Las críticas cinematográficas o musicales en medios de divulgación no deberían existir. Porque los gustos musicales o de cine son tan personales como la ropa interior: no se comparten.
Las pelis no son buenas o malas, son según con el ojo que se mire. Por eso cuando veo “Cartelera” y veo le ponen un 7 a tal película… ¿me pregunto? ¿7 de qué? ¿Eso qué es? ¿Cómo en el cole?

A ver Spielbergcito, has sacado un 3 en “La Guerra de los Mundos”, tienes que venir recuperación en septiembre. Y a ver si lo haces mucho mejor, porque te ha quedado un suspenso muy pobre. Si hubiera sido un 4,5 pero habiendo elegido a Tom Cruise…

La publicidad

Sabemos que el mundo de la publicidad es complicado. Unas cuantas mentes trabajan para que, con sólo 20 segundos, caigamos rendidos frente a un producto. En mi opinión no es que caigamos rendidos, simplemente captan nuestra atención, lo que no quiere decir que vayamos a comprarlo. Quién sabe si cuando veamos el producto en nuestras manos, no nos convenza.

Estoy aquí para analizar ciertas características de anuncios. No tengo conocimientos ni de marketing ni de publicidad, pero hay una cosa que es evidente:

COCHES: Por favor, que dejen de vendernos ya que un tío con un coche caro va a parecer más atractivo. ¿O acaso el feo de los hermanos Calatrava es más guapo subido en un Audi TT Roadster?

LIMPIADORES/DETERGENTES: ¡A cuál mejor! Si son todos maravillosos: patos que hablan, genios calvos, una tía con pelucón estilo Mari Trini que viene del futuro. ¡Por favor, que es sólo una lejía! Vamos, los efectos especiales de la Guerra de las Galaxias le quedan al nivel del betún al anuncio del hombre ese que se mete dentro de la prenda para ver la guarrería. Nos gustaban los anuncios de antes: Andestá mi kimono, kiaaaa! Sacaba el garrulo que todos llevamos dentro. O el que se deslizaba por la mesa pasando el Pronto. Por no hablar de esos supuestos reality anuncios que cogen el micro y ¡hala! A entrevistar a la gente por las casas. Me imagino al reportero entrando en la casa de Margarita Seisdedos. Una de dos, o le arrea con el ladrillo que lleva en el bolso, o le cuenta lo difícil que es eliminar las manchas de tomate de los vestidos de gala de su hija.

DISCOS/CINE: La coletilla: ¡ya a la venta! Hombre, pues claro que está a la venta, sino no habría un anuncio de ello. O ¡ya en tu cine más cercano! Si fuera mi cine, ahí se pondrían las películas que yo quisiera, eso lo primero, no la bazofia que anuncian. Y lo segundo, lo de cercano… digo yo que depende, ¿no? Que se lo digan a Colón que pensó atajar a las Indias cruzando el Atlántico. Y además, con tanta piratería lo que tendrían que decir sería: Ya en el chinito de tu esquina.

TELEFONÍA MÓVIL: En estos siempre sale un montón de gente. Además, es curioso cómo las tres compañías que se reparten el pastel, por lo menos en España, tienen tres colores bien diferenciados. El azul, el rojo y el verde. Falta el amarillo para echar un parchís. Cada compañía tiene su propaganda. Los azules… pues “somos azules”. Já, qué original. Y azul es como te quedas cuando llega la factura, que te quedas sin oxígeno y casi te da una embolia. Los rojos no es que sean comunistas, realmente no sé que venden, pero el rojo debe ser de rabia porque los azules se llevan toda la pasta. Y por último los verdes, que lo único molón de éstos son sus anuncios, porque lo que es la cobertura… Éstos sí, verdes de envidia, porque los otros dos se llevan tol pescao.

MEDICAMENTOS: ¡Quién no se acuerda del anuncio del Vicksvaporuv!: Cof, cof, mamá, me cuesta respirar. Lo primero es que un niño no dice eso, un niño dice (léase con la nariz tapada): Mamá, tengo mocos. Y lo que nos gusta decir ácido acetilsalicílico, ¿eh? Y úlcera gastroduodenal. Joe, si parece que hemos hecho el MIR y todo. Lo que no entiendo es ese mensaje del final: En caso de duda consulte a su farmacéutico. A mi farmacéutico le pregunté cierto día las causas de la Revolución Francesa y me mandó a la mierda.

PRODUCTOS DE BELLEZA: Centrándonos en la depilación/afeitado. Los modelos de los anuncios ya están afeitados y depilados, ¿os habéis dado cuenta o no? ¿Para qué se pasan la cuchilla entonces? Imaginaos que hay que repetir la toma varias veces: A ver, que me traigan otra chica que ésta ya tiene las pantorrillas desolladas. Claro, si ahí no nada que quitar.

JUGUETES: Qué desilusión cuando aprendí a leer lo de “movimiento simulado” o “más de 5.000 pesetas”… y lo que es peor: ¡“pilas no incluidas”!

Cómo juegan con nosotros, cómo nos engañan. Por cierto, los peores anuncios, en este ranking son:

Tercer puesto: Los anuncios de fajas reductoras. Porque por muy fino que no las quieran vender, son anuncios
cutres y vulgares.

Segundo puesto: Anuncios sexistas, machistas, racistas, etc. Para hacernos comprar ciertas cosas no hace falta insultar a ningún sector de la sociedad.

Primer puesto: El primer anuncio del año. Es triste empezar el año viendo la caja tonta. Cambiémoslo.

Rodney Dangerfield

Ni idea de quién es este tío, ¿cierto?
Y qué tal si digo que fue él quien dijo estas frases:

A girl phoned me the other day and said «Come on over, there’s nobody home.» I went over. Nobody was home.

(Una chica me llamó el otro día y me dijo “vente a mi casa, no hay nadie”. Fui. No había nadie”)

During sex, my girlfriend always wants to talk to me. Just the other night she called me from a hotel.

(Durante el sexo mi novia siempre quiere hablar conmigo. Precisamente la otra noche me llamó desde un hotel)

I remember the time I was kidnapped and they sent a piece of my finger to my father. He said he wanted more proof.

(Recuerdo una vez que me secuestraron y le mandaron un pedazo de mi dedo a mi padre. Él dijo que quería más pruebas)

Rodney Dangerfield nació en 1922 en Nueva York y murió en 2004 en California. Fue escritor, productor, actor y comediante.

Y seguro que estas frases las has leído cientos de veces en la red, o te las han mandando por email.

Leyendo estas frases tan ingeniosas te preguntas qué se necesita para ser un buen comediante o humorista… ¿Hay que nacer con un gen especial para la risa? O saber reírse de sí mismo. O decir las verdades.

En todos los grupitos de amigos está el que intenta hacerse el gracioso, el que no tiene gracia y el gracioso de verdad.

Analicemos estos 3 casos:

EL QUE INTENTA HACERSE EL GRACIOSO (y el pobre da pena)

Es el típico que se mete las pajitas en la nariz para asustar a las chicas (luego se las come), el que te tira el vaso de cubata en los pantalones y luego, cada vez que te ve te pasa un brazo por los hombros dice “jo, macho, te acuerdas de aquel día que te tiré el cubata en los pantalones, fue la polla”. Vamos, que sus patochadas sólo le hacen gracia a él.

EL QUE NO TIENE GRACIA (éste por lo menos lo sabe, pero lo intenta, da pena igualmente)

Este sujeto es el que todavía se acuerda de algún chiste de Barragán de “No te rías que es peor” y un día, se mira al espejo, y dice: Hoy lo cuento. Por mis  huevos. Y una noche, tomándonos unos copazos, dice:

  • Shhh… sabéis ese que dice que era una rubia (silencio sepulcral, todo el mundo lo mira)… ejem… que… ehm… estaba en clase de sexualidad y … y… (la voy a cagar seguro) y dice el profesor. ¿Cuántas posturas conocéis?

(Aquí todo el mundo pendiente de la resolución del chiste)

  • Y dice la rubia…»yo sé una”…

Ah, no, espera que me he equivocao… (cagada)

Joder, macho, a ver si te aclaras…

  • Y dice la rubia… “yo sé ….” .

Mira tío, déjalo.

No, esperad, esperad…

La ley que todo el mundo conoce y no está escrita es: “Si por un casual se te ocurre contar un chiste HAZLO BIEN, sino, estarás marcado para toda la vida”.

EL GRACIOSO (el de verdad)

Para ser gracioso, además de tener memoria para contar chistes, no como tú, pasmao, (sí, me refiero al de más arriba), hay que tener gracia, salero, que dicen los andaluces. Bueno, claro… que ahí está el ejemplo del gran Eugenio. A este elemento le han dicho miles de veces que se presente al Club de la Comedia, y programas similares. Generalmente no suele ligar mucho porque “su gente” lo reclama constantemente para que haga alguna “actuación”.
El gracioso tiene por regla general un par de temas fijos con los que hacer reír a la peña, que son: él mismo y el sexo, por supuesto. Veámoslo con las frases del fantástico Rodney Dangerfield.

I was such an ugly baby… My mother never breast fed me. She told me that she only liked me as a friend.

(Yo era un niño tan feo… Mi madre nunca me dio el pecho. Me dijo que sólo me quería como amigo)

If I wasn’t born a boy, I’d have nothing to play with.

(Si no hubiera nacido niño, no tendría nada con lo que jugar)

When I was born the doctor came out to the waiting room and said to my father: I’m very sorry. We did everything we could, but he pulled through.

(Cuando nací el médico fue a la sala de espera y le dijo  mi padre: Lo siento, hicimos lo que pudimos, pero salió)

El ser humano, si bien tiene el potencial para caminar hacia la perfección, es imperfecto por naturaleza. Todos nos hemos llevado la botella a la boca con el tapón puesto, o nos hemos tropezado estrepitosamente en la calle, o hemos cometido alguna imprudencia magistral. Claro, a algunos nos pasa más a menudo, pero la conclusión es que todos somos víctimas de nuestra imperfecta naturaleza.

¿Por qué reírse entonces? Porque esos pequeños momentos, llenos de vergüenza y horror, nos recuerdan que somos humanos. Y eso, hay que celebrarlo.