“Si el ser humano es bueno por naturaleza y es corrompido por la influencia nefasta de la sociedad, el ideal de toda educación será intentar mantener a los jóvenes lejos de las influencias que puedan deformarlo y hacer madurar, de forma natural, las buenas disposiciones que, por principio, residen en todos los seres humanos”. Jean-JacquesRousseau.
Qué fantástico sería que este pequeño texto de Rousseau se llevara a cabo. Es decir, nacer y crecer sin influencias ni prejuicios de ningún tipo, tabula rasa, y formar por nosotros mismos nuestro pensamiento, nuestras creencias… Porque según Rousseau, el ser humano es bueno por naturaleza, la bondad está en todos nosotros, pero es la sociedad la que nos corrompe.
¿Deberíamos alejarnos, cual ermitaño, y vivir alejados de todo contacto humano? Mmm… tampoco es eso, porque el ser humano es un ser social y necesita del contacto de otra gente. Es, al fin y al cabo, lo que nos diferencia de los animales.
Toda esta parrafada filosófica viene a cuento de la siguiente anécdota que me pasó hace unos días.
Estaba cruzando la calle por el paso de peatones, y en medio de la calzada, el semáforo se puso a parpadear, por lo que aligeré el paso. Aun y con eso un taxista, que por cierto iba sin pasajero, me pasó por detrás y me llamó puta.
!?!?!?!?!?!
Y yo, ni corta ni perezosa, le enseñé el precioso anillo que llevo en el dedo corazón de la mano derecha.
¿Todo esto a qué viene? ¿Acaso el conductor no es más tiempo peatón que conductor? ¿Por qué me insultó? ¿Qué gana con eso? Rousseau tío, yo no sé como sería la peña en el siglo XVIII, pero desde luego la de ahora va de puto culo. Ya no me remito al gamberrismo televisivo que nos acosa día y noche, simplemente con salir a la calle, coger el autobús, ir al supermercado, el metro… ya no se oyen “por favor”, “gracias”, “buenos días”…
Un pequeño inciso. En España se conduce por la derecha. Lo normal sería que en una acera, estrecha supongamos, por donde la gente va caminando hubiera dos sentidos, y lo normal sería que circuláramos por la derecha, para no interrumpir el paso. Pues hay gente que no sólo es que no circule por la derecha, sino que le va más el sentido zig-zag o también llamado “pato mareao”.
Por no hablar de cuando te cruzas con algún vecino en la escalera que viene con acompañante. ¿No sería más educado pasar por la escalera de uno en uno?
Y es por eso, cuando llega un momento que me canso de ser la pardilla de turno, de ser yo siempre la que cedo el paso, la que se retira para que pasen los demás, la que pregunta si se puede abrir la ventana, la de “disculpe”… No encuentro otra solución más que unirme al atajo de ganado que circula por nuestras calles, que viaja en nuestros autobuses o en el metro, con la testuz cabizbaja, para evitar cualquier mirada o reproche.
Nuestros derechos terminan, donde comienzan los derechos de los demás. Si no sabemos donde está ese límite, mal podemos ejercer los derechos que nos asisten. Esto se está pareciendo cada vez más a EE. UU., que no sabemos dónde está Cuenca, pero cuidado que a alguien se le ocurra quitarnos el asiento libre en el metro.