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Cosas que me molestan vol. II

Este es el volumen II. No os perdáis el volumen I.

1. La gente que va con gafas de sol en el metro. Sólo aceptable en esos tramos de recorrido no underground.

2. Las marujas viejunas malpintadas, malvestidas, malpeinadas y que encima van de señoronas súper dignas mirando con amago de pulcritud a todo lo que se le acerca (también abundan en el metro).

3. Esos tíos que se creen que están buenos sólo por llevar una camiseta ajustada, luciendo un bíceps grasiento, un pecho grasiento y una generosa lorza.

4. Las chonis de barrio que se chillan entre ellas aún estando rodeadas de gente (qué infernal lugar puede llegar a ser el metro a veces…)

5. Las llamadas perdidas cómo petición para que llames tú. Sobre todo a partir de la tercera…

6. Las abreviaturas del archidivulgado idioma SMS. Al menos algunos textos me recuerdan a Kevin Spacey en K-Pax y me río un rato yo sola… Sobre todo cuando se ven en un medio que no es un móvil. Entiendo que en el teclado del móvil sea difícil, pero no en el del ordenador.

7. La gente que lleva tan sumamente caídos los pantalones que le caben hasta billetes sin doblar y a lo largo en la hucha:

a)    Familiarízate con el concepto cinturón.

b)    Cuando la cinturilla del pantalón se desliza desde la cintura hasta la mitad del glúteo arrastrando consigo la ropa interior y no lo sientes, es un síntoma bastante jodido de un problema en el sistema nervioso. Háztelo mirar.

c)    Si lo sientes y te da igual eres un guarro.

8. Las que nunca saben qué ponerse teniendo el armario lleno e invariablemente pasan por eso varias horas en cada ocasión para luego ir siempre igual. A mí que me lo expliquen…

9. Que te metan un bloque de publicidad más largo que un día sin pan a 5 minutos de que acabe el programa.

10. Los e-mails que empiezan por FW:, RE: FWWWWW:, REEEE. Que sepáis que los borro todos sin ni siquiera abrirlos, por mucho que me pongáis que es buenísimo con 27 íes.

11. Los precios acabados en ’99. Hace años que dejó de funcionar ese truco para bobos.

12. Los anuncios de detergente y demás sucedáneos de publicidad para chimpancés.

13. La mayoría de las películas recientes que parecen la hostia en el tráiler y luego son una puta basura. Dentro de poco tendrán que incluir una nueva categoría: ÓSCAR AL MEJOR TRAILER. Cómo hacer que un bodrio de campeonato parezca la película del año.

14. Que me agregue gente al FACEBOOK que no conozco.

15. Las monedas de 1, 2 y 5 céntimos de euro. Además, qué tendrán que dejan un pestuzo en las manos repugnante.

16. Que me quieran subir el alquiler del piso todos los años. Menuda forma de querer mantener al inquilino. Al final voy a ser la única gilipollas del barrio que paga más de 700€ por un piso de 55m² y 2 habitaciones, y todo por la subida anual. Me sale más a cuenta cambiar de piso cada año.

17. Las toallas que no secan.

18. Las esponjas que absorben el jabón en lugar de ayudar a aplicarlo haciendo espuma.

19. Que quieras incrementar mi interés por una película contándome «un poco» de qué va y al final me la destroces.

20. Los taxistas leeeeeentos, los que se hacen los sordos y/o los tontos y se «equivocan» de recorrido, los que llevan la SER o la retransmisión de algún partido que poco me importa a toda castaña en la radio y no se preocupan en bajarlo por si te molesta.

21. Los vigilantes de metro que se quedan mirando luciendo su placa de guarda jurado frustrado cómo una pobre señora no se apaña para entrar con el carrito del bebé por esas jodidas puertas que para más cojones ponen «apertura fácil» en las que más cuesta abrir.

22. Que se me venga encima la cortina de la ducha y se me pegue en el cuerpo.

23. Los piercings de bola de plástico blanca/negra en el lateral del labio. ¿No te das cuenta de que parece otro rebosante grano de pus en tu apubertada y desgraciada cara?

24. Que sigan llamando “humor inteligente” a todo paleto que se pone a hablar durante más de 6 minutos intentando parodiar la vida cotidiana rayando hasta lo excesivo la exageración como único recurso para sacar alguna sonrisa de vez en cuando.

25. No poder cambiar el PIN2 porque siga sin venir en la información de las tarjetas SIM y que siga existiendo cuando nunca ha servido para nada.

26. Los idiotas que se creen eso de: «3. Seleccionar todos tus amigos (importante: tienen que ser todos para que funcione)». ¿Qué complejísimo programa crees que hay detrás de esas aplicaciones capaz de detectar si has invitado a toda tu gente o no para funcionar? Seguro que tú eras de los que te ibas detrás de los señores con gabardina y gafas de sol que te ofrecían caramelos en la puerta del colegio, eh tontorrón… (y de los que re-envían los e-mails a 15 personas en menos de 50 minutos para no morirse en los próximos 30 días)

27. El desfase de audio sobre la imagen en los capítulos y películas que me descargo de internet

El transporte público de Madrid

Este post está dedicado al transporte público de Madrid, tanto a los conductores como a los usuarios. ¿Por qué lo hago? Porque tengo todo el derecho, como usuaria del transporte público, a quejarme, pagando lo que pago al mes y por la mierda de servicio que dan.

  • Gracias al caballero que despliega su periódico ocupando dos asientos (y encima protesta cuando te sientas a su lado).
  • Gracias a la señora de los empujones para pillar sitio libre.
  • Gracias a la gente que se pone a hablar con el conductor y hace que éste se despiste y se pase la parada.
  • Gracias a los que taponan las salidas.
  • Gracias a los que dan golpecitos en tu asiento, hacen pompas con el chicle o juegan a la consola con la musiquita puesta.
  • Gracias a la pija que va a hablando a grito pelao por el móvil, osea.
  • Gracias al que se despatarra ocupando la mitad de mi asiento.
  • Gracias a los que plantan los pies en el asiento de enfrente. Algún día tú te sentarás ahí y te llevarás mierda en los pantalones.
  • Gracias al que come pipas en la parte de atrás. Aparte de pegar chicles, dejar la lata de refresco o dejar la pintadita de rigor.
  • Gracias al que te pide si te puedes levantar para salir… cuando hace 5 segundos que te has sentado.
  • Gracias, usuarios compañeros, por ducharos. En serio, es saludable, ¿no lo sabíais? Pues además de ser beneficioso para la salud, ayuda a las relaciones personales.
  • Gracias al que gira la cabeza cuando entra una embarazada o alguien con muletas.
  • Gracias al que se cambia de asiento cuando alguien de raza negra, árabe o sudamericano se sienta a su lado.  Gracias por dejar un pasillito a la salida del vagón de metro.

Pero los conductores y responsables del autobús tampoco se libran.

  • Gracias EMT por subir el precio de los abonos todos los años. Cuanto más sube el precio, más tarde llego a trabajar.
  • Gracias, conductor del autobús, por no parar en la parada y dejarnos con tres pares de narices a los usuarios después de llevar 30 minutos esperando.
  • Gracias por ayudarnos a los usuarios del autobús urbano madrileño a mantener la línea. Cuando hace calor no ponen el aire acondicionado, lo que genera un efecto sauna (con aromaterapia incluida) que viene muy bien para liberar toxinas… y mala hostia, entre otras cosas.
  • Gracias por esos frenazos que hace que hayamos desarrollado un instinto arácnido que hace agarrarnos a las barras de sujeción con una agilidad increíble.

Por todo esto y mucho más. Gracias.
Ah, por cierto. Luego se quejan de que hay mucho tráfico en Madrid. ¿No os parece normal? Prefiero estar en mi coche en un atasco con el aire acondicionado que estar atrapada en un vagón de metro, a 35ºC con el sobaco de otro en mi cara. Desde aquí animo a que os compréis  un coche o un ciclomotor y lo uséis hasta para sacar al perro. En serio, sale más rentable.

La guarrerida sesuaaarl

El verano ya está en completo apogeo, de hecho lleva en apogeo unos cuantos meses, por no decir que el verano es un okupa y ha expulsado del ciclo de la naturaleza a las demás estaciones.

Empiezan los sudores, no sabes qué ropa ponerte, el maquillaje te dura lo que tardas en meterte en el vagón de metro. Esta situación en el metro es de lo más desesperante, que estemos pagando lo que estamos pagando, no por un servicio de transporte, sino por una sauna.

Es genial, que quieres perder unos kilitos y librarte de las toxinas, hazte el recorrido Plaza Castilla – Sol. O por ejemplo, que tienes unos pantalones pero se te ha jodido la plancha, hazte el recorrido Manuel Becerra – Pacífico. Que quieres hacerte un alisado, nada como darte una sudada en el intercambiador de Av. de América. Por no hablar de los sobacos de la gente. Sé que esto es un tópico, pero por eso mismo hay que hablar de ello. Es normal que a un camionero, que a un albañil, incluso que a un ejecutivo le cante el alerón (que no alirón)… pero a las 8 de la tarde, después de estar currando; no a las 7 de la mañana agarrado a la barra del autobús. ¿La gente no se huele? ¿No tienen a nadie en casa que le diga: hueles mal? Además, en fin, no es por ser escatológica, pero es un olor que dices: Este sudor no es de hoy. Y el cacho marrano y la cacho puerca ha sudao la camiseta y se la pone al día siguiente. Como diciendo: A ver cuanto aguanto con ella puesta, lo mismo hasta sale caminando ella sola a la lavadora.

También están los típicos que se remojan un poco el pelo, se echan 2 litros de colonia a granel, y salen tan frescos de casa. Claro, que esa “solución” sólo les dura una hora. Luego el tufo dura todo el día.

Y, por cierto, ¿por qué en todas las bandas de amiguetes, cuando éramos críos, siempre había uno que era el “guarro”? Era ese que llevaba los tobillos más mugrientos que los cerrojos de una cárcel, la camiseta llena de lamparones; y, claro, con eso de que los padres no estaban, y los abuelos pasaban de él, pues así estaba, que el día que se bañaba le desaparecía el moreno. Con deciros que había uno al que llamábamos “el gitanillo”, y el día que se duchó pasó radicalmente a ser payo.

Luego, a las tías nos llama la atención que un tío lleve el pelo largo… Y LIMPIO. Es decir, es ver un tío con melena y constatar que lo lleve limpio, sino, lleva todas las de perder. Un tío con melena, merece nuestro respeto, por dos razones: La primera por tener la paciencia de habérselo dejado crecer, y la segunda le honrará si lo lleva limpio. Y bueno, que los tíos con pelo largo son más atractivos (en mi opinión). Pero cuidao, me gustan los tíos con melena, pero tampoco quiero que se gaste más en mascarillas capilares que yo… no sea que luego, con tanto pisar el salón de belleza, se me pase de acera.

Recuerdo una anécdota de una compañera de clase que su camiseta era la carta del comedor. Estoy segura de que era llegar a casa y a su madre no le hacía falta preguntar qué había de menú, porque su camiseta lo decía todo. Se llamaba Lucía. Luego en el instituto hubo otro chaval, fanático por cierto de La Guerra de las Galaxias, que siempre llevaba una camiseta de R2D2, y claro, eso cantaba un montón, entre el olor y el muñeco impreso. Lo vergonzoso fue que con 14 años tuvimos que tragarnos el famoso sermón que yo llamo “El de las hormonas”:

“Bueno, ya sabéis que con esta edad, estáis con las hormonas revolucionadas… blablabla… los olores… blablabla… hay que ducharse más a menudo…”

Señora, el que es un cochino es cochino, da igual que tenga las hormonas revolucionadas o no.

Claro, que el coleguilla se las traía… hasta le ofrecieron ponerse un pinito de esos que
cuelga papá del retrovisor del coche.

Y como punto final, sólo decir que la cuestión de la higiene, no es sólo tema personal, pues también afecta a los que nos rodean. Y sólo queda decir una cosa: “A todo cerdo le llega su San Martín”. Jijijiji…

Contadme anécdotas de amiguetes cochinéaceos que tengáis.