Archivo diario: 6 octubre, 2010

Los dentistas

La visita al dentista se convierte en una abducción: apenas sabes cómo has llegado, no sabes lo que te van a hacer, estás semi inconsciente en una camilla incómoda y te meten muchos trastos metálicos por un orificio de tu cuerpo. Cuando sales estás desorientado, con el cuerpo dolorido, casi ni sabes dónde estás, no sabes cuánto tiempo ha pasado, tu cartera está vacía y tienes una buena historia que contar.

Supongamos, te duele una muela. Y van y prueban con diferentes chismes a ver qué es: uno que echa aire, un gancho, un trasto que vibra… Que creo que este último es el peor porque en toda experiencia dentistal todo el mundo saldrá diciendo que “olía a pollo quemao”. Por no hablar del chupababas, que por si no fuera suficiente con los trastos que te meten en la boca, éste se te clava por todas partes.

Estás reclinado sobre esa camilla sin brazos, incómoda a más no poder. Que debe ser como la camilla de las parturientas, cuya filosofía es: nos importa una mierda tu comodidad, los que debemos estar cómodos somos nosotros los doctores.

Totalmente cegado con la luz, con la mandíbula desencajada, con una tortícolis de cojones y encima con dolor de muelas. ¿Qué más se puede pedir?

Afortunadamente con la luz no ves los chismes que van usando, porque sino… alguno se desmayaría.

Y vaya, si no necesita la asistencia de un auxiliar, casi mejor. Porque entre ellos hablan:

– Pásame una lima del 15.

– Dame desinfectante.

– Prepárame una aguja y papel secante.

– Esa masilla, ¿para cuándo?

No sabes si van a tirar un tabique o a empapelar una habitación.

Lo peor es el vasito para enjuagarte. Tú intentas que el líquido se quede en tu boca, pero se te cae por todas partes. Cosas de colores y pedacitos salen de tu boca. Ay, dios. ¿Pero estos residuos de dónde salen?

Jugueteas con la lengua a ver si está todo correcto. Tienes la fosa nasal dormida, el párpado y el lóbulo de la oreja. Las nueve de la noche y aún no has podido beber un poco de agua sin mojarte la camisa. ¿Qué coño le ponen a la anestesia? Una pregunta que me surge es, y por favor, si algún dentista lo lee, que me la responda: ¿vosotros os apañáis a vosotros mismos los problemas dentales que tenéis? ¿O preferís que lo hagan otros? Supongo que una matrona no tendrá problemas en asistirse a sí misma en su propio parto, ¿no?

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